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jueves, 3 de febrero de 2011

METÁFORA MORTAL


Morí joven, con tan sólo 28 años recién cumplidos.

Entre los muertos no existe esperanza alguna pues sabemos que ya lo estamos para toda la eternidad.

Y eso es mucho tiempo, es todo el tiempo y, también, no es ningún tiempo.

Me explico: resulta que tan pronto como mueres entras en una dimensión atemporal, y mientras que para nosotros no pasa el tiempo, no hay pasado ni futuro, estamos muertos y punto, en un punto fijo y eterno, sabemos que en la dimensión donde transcurre la vida todo fluye desde un antes a un después.

Evidentemente, cuesta hacerse entender desde el momento en que me estoy expresando con el lenguaje de los vivos.

Y no estoy mal porque tampoco estoy bien, tan siquiera estoy aunque soy sin estar. Como dije, expresar el otro lado es bastante difícil.

En fin, dejando de lado este gran detalle de mi muerte quisiera comentar lo que me ha llevado a la situación de escribir un párrafo desde mi tumba (aunque no es verdad que lo que queda de mi yo consciente siga enganchado a este montón de carne putrefacta): Disfruté tanto mientras me moría que quisiera volver a vivir sólo por poder volver a morir.

Por cierto, me morí de risa.

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