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domingo, 31 de julio de 2011

FALSA IDENTIDAD


Tú forjas un concepto de ti mismo, el cual no guarda semejanza alguna contigo.
Es un ídolo, concebido con el propósito de que ocupe el lugar de tu realidad.
El concepto de ti mismo que el mundo te enseña no es lo que aparenta ser, pues se concibió para que tuviera dos propósitos, de los cuales la mente sólo puede reconocer uno.
El primero presenta la cara de inocencia, el aspecto con el que se actúa.
Ésta es la cara que sonríe y es amable, e incluso parece amar.
Busca compañeros, contempla a veces con piedad a los que sufren, y de vez en cuando ofrece consuelo. Cree ser buena dentro de un mundo perverso.
Este aspecto puede disgustarse, pues el mundo es perverso e incapaz de proveer el amor y el amparo que la inocencia se merece.
Por esa razón, es posible hallar este rostro con frecuencia arrasado de lágrimas ante las injusticias que el mundo comete contra los que quieren ser buenos y generosos. Este aspecto nunca lanza el primer ataque.
Pero cada día, cientos de incidentes sin importancia socavan poco a poco su inocencia, provocando su irritación, e induciéndolo finalmente a insultar y a abusar descontroladamente.
La idea de un concepto del yo no tiene sentido, pues nadie aquí sabe cuál es el propósito de tal concepto, y, por lo tanto, no puede ni imaginarse lo que es.
Todo aprendizaje que el mundo dirige, no obstante, comienza y finaliza con el solo propósito de que aprendas este concepto de ti mismo, de forma que elijas acatar las leyes de este mundo y nunca te aventures más allá de sus sendas ni te des cuenta de cómo te consideras a ti mismo. Ahora tienes que encontrar un modo de ayudarte a comprender que el concepto de ti mismo que has forjado tiene que ser des-hecho si es que has de gozar de paz interior.
Y no se puede desaprender, excepto por medio de lecciones cuyo objetivo sea enseñarte que tú eres otra cosa. Pues de lo contrario, se te estaría pidiendo que intercambiases lo que ahora crees por la pérdida total de tu ser, lo cual te infundiría aún mayor terror.

UCDM.

sábado, 23 de julio de 2011

MIEDO


¿Qué es el miedo? El miedo sólo puede existir con relación a algo, no aisladamente. ¿Cómo puedo tenerle miedo a la muerte, cómo puedo tener miedo de algo que no conozco? Sólo puedo tener miedo de algo que conozco. Cuando digo que la muerte me da miedo, ¿temo realmente a lo desconocido ‑o sea a la muerte- o tengo miedo de perder lo que he conocido? Mi miedo no es a la muerte, sino a perder mi asociación con las cosas que me pertenecen. Mi miedo existe siempre en relación con lo conocido, no con lo desconocido.
El miedo existe mientras hay acumulación de lo conocido, lo cual engendra temor de perder. El miedo a lo desconocido es por tanto el temor de perder las cosas conocidas que he acumulado. La acumulación invariablemente significa temor, el cual a su vez significa dolor; y en el momento en que digo "no debo perder", hay miedo. Aunque mi intención al acumular sea la de evitar el sufrimiento, éste es inherente al proceso de la acumulación. Las cosas mismas que yo poseo engendran miedo, es decir, dolor.
¿Sabemos ahora qué es el miedo? ¿No es la no aceptación de lo que ese Debemos comprender la palabra "aceptación". No estoy empleando esa palabra en el sentido del esfuerzo que se hace por aceptar. No es cuestión de aceptar cuando soy capaz de ver lo que es. Cuando no veo claramente lo que es, entonces hago surgir el proceso de la aceptación. De suerte que el miedo es la no aceptación de lo que es. ¿Cómo puedo yo, que soy un manojo de todo estas reacciones, respuestas, recuerdos, esperanzas, depresiones, frustraciones, que soy el resultado del movimiento de la conciencia obstruida, ir más allá? ¿Puede la mente, sin esta obstrucción y estorbo, ser consciente? Sabemos qué extraordinario júbilo se produce cuando no hay estorbo. Bien sabéis que, cuando el cuerpo está en perfecta salud, hay cierto gozo y bienestar. ¿Y acaso no sabéis, cuando la mente está completamente libre, sin obstrucción alguna, cuando el centro de reconocimiento ‑el "yo"- no está ahí, que experimentáis cierto júbilo? ¿No habéis vivido ese estado en que el "yo" está ausente? Por cierto que todos lo hemos vivido.
Jiddu Krishnamurti

sábado, 16 de julio de 2011

AUSENCIA DE PRESENTE


Las escenas de nuestra vida se asemejan a las imágenes
de un mosaico basto, que no hacen efecto de cerca sino
que hay que permanecer lejos de ellas para encontrarlas hermosas.
Por eso, conseguir algo que se ha anhelado vivamente
significa descubrir que es vano; y siempre vivimos con la esperanza de algo mejor y a menudo también con la contrita nostalgia del pasado.
El presente, en cambio, lo toleramos solo de momento y lo estimamos en nada, como el camino para la meta.
Por eso la mayoría de los hombres, cuando al final vuelvan la vista atrás, descubrirán que han vivido toda su vida ad interim [de forma provisional] y se sorprenderán de ver que aquello que dejaron pasar de largo sin advertirlo ni disfrutarlo era precisamente su vida, justo aquello que pasaron la vida esperando.
Y así la vida de los hombres es por lo regular eso: alimentada por la esperanza, baila en brazos de la muerte.

jueves, 7 de julio de 2011

CREACION EN DUALIDAD


" DIOS CREO EL BIEN.

" DIOS CREO EL MAL.

" EL MAL LO CREO BIEN.

" EL BIEN LO CREO MAL.

( EPITAFIO EN UNA TUMBA DE CASTILLA)

martes, 5 de julio de 2011

ACTIVIDAD EGOCENTRICA


La mayoría da por supuesto que la actividad egocéntrica es cosa natural, y que la acción consiguiente es inevitable, pudiendo tan sólo ser modificada, controlada y plasmada.
Ahora bien, aquellos que son un poco más serios, más fervorosos, no "sinceros" ‑porque la sinceridad es el modo de engañarse a sí mismo-, habrán de descubrir cómo el hombre, dándose totalmente cuenta de este extraordinario proceso de la actividad egocéntrica, puede ir más allá.
Para comprender qué es esta actividad egocéntrica, es evidente que uno debe examinarla, observarla, darse cuenta del proceso entero. Si uno puede darse cuenta de él, hay entonces la posibilidad de su disolución.
Pero el darse cuenta de él requiere cierta comprensión, cierta intención de enfrentar la cosa tal cual es, mirarla tal cual es, y no interpretarla, ni modificarla, ni condenarla.
Tenemos que darnos cuenta de lo que hacemos, de toda actividad que proviene de ese estado egocéntrico; debemos ser conscientes de ella.
Esa es una de nuestras primordiales dificultades, porque no bien somos conscientes de esa actividad, queremos plasmarla, queremos controlarla, queremos condenarla o modificarla; pero jamás estamos en condiciones de mirarla directamente, y, cuando lo hacemos, muy pocos de nosotros somos capaces de saber qué hacer.
Este proceso egocéntrico es resultado del tiempo, ¿verdad? Mientras exista este centro de actividad en cualquier dirección, consciente e inconsciente, existe el movimiento del tiempo y yo soy consciente del pasado y del presente en conjunción con el futuro.
La actividad egocéntrica del yo es un proceso del tiempo. Es la memoria que da continuidad a la actividad del centro, que es el "yo".
Si os observáis y os dais cuenta de este centro de actividad, veréis que él es sólo el proceso del tiempo, de la memoria, de "vivenciar" e interpretar toda experiencia de acuerdo con una memoria; vosotros también veréis que la actividad del "yo" consiste en reconocer, que es también el proceso de la mente.
El proceso del tiempo no es, por cierto, revolucionario.
En el proceso del tiempo no hay transformación; sólo hay continuidad y no hay terminación. En el proceso del tiempo hay tan sólo reconocimiento. Sólo cuando cesa completamente el proceso del tiempo, la actividad del "yo", ocurre una revolución, una transformación, surge lo nuevo.
Dándose cuenta de este proceso integro, total, del "yo", en su actividad, ¿qué habrá de hacer la mente? Lo nuevo sólo adviene con la renovación, con la revolución, no a través de la evolución, ni del devenir del "yo"; adviene cuando el "yo" cesa por completo.
El proceso del tiempo no puede traer lo nuevo; el tiempo no es el medio de la creación.
El amor no es el tiempo. No podéis dar con él por ningún esfuerzo consciente, por ninguna disciplina, por la identificación, todo lo cual es un proceso de tiempo.
La mente, que sólo conoce el proceso del tiempo, no puede reconocer el amor. El amor es la única cosa nueva, eternamente nueva.
Es porque la mayoría de nosotros hemos cultivado la mente ‑la cual es el resultado del tiempo- que no sabemos qué es el amor.
Hablamos acerca del amor; decimos que amamos a la gente, a nuestros hijos, a nuestra esposa, al prójimo; decimos que amamos la naturaleza; pero en el momento en que somos conscientes de que amamos, la actividad del "yo" ha surgido; y, por lo tanto, ello deja de ser amor.
No necesitamos buscar la Verdad.
La Verdad no es algo que se halle muy lejos. Es la verdad acerca de la mente, la verdad acerca de sus actividades, de instante a instante.
Si nos damos cuenta de esta verdad de instante en instante, de todo este proceso del tiempo, esta captación deja en libertad la conciencia, o la energía que es inteligencia, que es amor.
Mientras la mente utilice la conciencia como actividad del "yo", surge el tiempo con todas sus miserias, con todos sus conflictos, con todos sus daños, sus engaños intencionales; y sólo cuando la mente, comprendiendo ese proceso total, haya cesado, surgirá el amor.

Jiddu Krishnamurti