Cuando era niño, jugábamos en la calle a esconderse, todos se esconden, menos uno que se tapa los ojos y cuenta, luego tiene que buscar a los demás.
Una tarde ya oscurecido estábamos jugando, y a mi me tocaba buscar a los demás, que se escondían, tras buscarlos un rato sin encontrarlos, mi mente súbitamente comprendió:
Todos los demás se habían puesto de acuerdo para marcharse a sus casas, era el único que jugaba, no había nadie mas, los demás ya no estaban, todos habían desaparecido, una sensación de estupidez, burla, me invadió, un sudor frío invadió mi cuerpo, sensaciones de angustia presentimientos de algo que venía a mi mente, de algo antiguo que había olvidado y que se repetía y volvería a suceder.
La primera vez que el YO conceptual se deshizo, volví a experimentar la misma sensación de soledad.
Sin el concepto del Yo, el concepto de OTRO, también desaparece, se diluyen como fantasmas, como humo arrastrado por el viento, los compañeros de este juego de interacción continua, al que denominamos vida, desaparecen, durante un momento pareciera recordar que hubo algo que pasaba, pero inmediatamente la mente que sin el YO no puede concebirlo, lo descarta como una idea absurda y la rechaza.
Es como si de repente se diera cuenta que estaba fija, mirando a un solo lugar, y que súbitamente se libera de ese anclaje, experimentando la capacidad de mirar en otra dirección, teniendo un amplio campo de posibilidades donde elegir.
Por un instante siente la añoranza de sus viejos compañeros de juego, al mismo tiempo que reconoce lo ilusorio de dicho juego, lo descarta, y con una sensación de libertad que antes no tenía continua existiendo.
La fiesta de la Luz
Hace 4 años
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