Todo es revelación, todo lo sería de ser acogido en estado na
ciente.
La visión que llega desde afuera rompiendo la oscuridad del se
ntido, la vista que se abre, y que sólo se abre verdaderamente si bajo ella y con ella se abre al par la visión.
Cuando el sentido único del ser se despierta en libertad, según su propia ley, sin la opresiva presencia de la intención, desinteresadamente, sin otra finalidad que la fidelidad a su propio ser, en la vida que se abre.
Se enciende así, cuando en libertad la realidad visible se presenta en quien la mira, la visión como una llama.
Una llama que funde el sentido hasta ese instante ciego con su correspondiente ver, y con la realidad misma que no le ofrece resistencia alguna.
Pues que no llega como una extraña que hay que asimilar, ni como una esclava que hay que liberar, ni con imperio de poseer.
Y no se aparece entonces como realidad ni como irrealidad. Simplemente se da el encenderse de la visstensible, cuando ya se lo conoce, en toda aparición de belleza
ión, la belleza.
La llama que purifica al par la realidad corpórea y la visión corporal también, iluminando, vivificando, alzando sin ocupar por eso todo el horizonte disponible del que mira.
La llama que es la belleza misma, pura por sí misma.
La belleza que es vida y visión, la vida de la visión.
Y, mientras, dura la llama, la visión de lo viviente, de lo que se enciende por sí mismo. Y luego, por sí mismo también, se apaga y se extingue, dejando en el aire y en la mente su geometría visible. Y cuando no es así, queda la huella del número acordado, y la ceniza que de algún modo el que así ha visto recoge y guarda.
Y un vacío no disponible para otro género de visión y que reaparecerá, haciéndose o
.