El cerebro funciona con la materia de los sueños
Nuevas investigaciones sobre la conciencia cuestionan el dualismo cuerpo-alma
Y si todo fuera un sueño? La ciencia no puede garantizar que vivamos en una realidad científica. Hoy todo apunta a la imposibilidad de separar lo real de lo virtual Por otro lado, el cerebro interpreta como real la experiencia de lo que se siente: su función es interpretar y producir una alucinación que se vive como real. ¿Qué pasaría si toda la realidad fuera solo una ilusión? Por Manuel Béjar.
Déjame jugar. Dejémonos llevar por el impulso del juego. Juguemos como niños que se ilusionan evadiéndose de la realidad. Creemos nuestra propia realidad hasta comprometernos con las ilusiones que generamos y pronto quedaremos atrapados por un material de sueños que levanta fronteras entre la realidad y la ilusión. Siente la libertad de sobrevolar la existencia. Bienvenido al arte del juego.
¿Es toda la realidad solo una ilusión?
Dicen que soñar es producir imágenes a partir de una selección más o menos arbitraria de la información registrada en el cerebro. La realidad onírica es la ilusión generada con códigos cerebrales. El cerebro funciona con la materia de los sueños. Y lo hace bastante bien, pues los personajes oníricos perciben su propia conciencia.
Durante el sueño uno cree que su conciencia está en su yo onírico. Es más, el yo onírico es consciente de las conciencias de otros personajes del sueño. Y los demás personajes son conscientes de la conciencia del sujeto que sueña. Luego son también sujetos conscientes que constituyen la realidad de la ilusión onírica.
La materia de los sueños es información. El sueño es la manifestación psíquica de la información física contenida en el cerebro. El cerebro dispone de la información biofísica necesaria para procesar su propia información neurológica.
Dicen que soñar es producir imágenes a partir de una selección más o menos arbitraria de la información registrada en el cerebro. La realidad onírica es la ilusión generada con códigos cerebrales. El cerebro funciona con la materia de los sueños. Y lo hace bastante bien, pues los personajes oníricos perciben su propia conciencia.
Durante el sueño uno cree que su conciencia está en su yo onírico. Es más, el yo onírico es consciente de las conciencias de otros personajes del sueño. Y los demás personajes son conscientes de la conciencia del sujeto que sueña. Luego son también sujetos conscientes que constituyen la realidad de la ilusión onírica.
La materia de los sueños es información. El sueño es la manifestación psíquica de la información física contenida en el cerebro. El cerebro dispone de la información biofísica necesaria para procesar su propia información neurológica.
Esta ontología posee la información para hacer un universo físico capaz de procesar por sí mismo las unidades de información psicobiofísicas que rigen el despliegue informativo que llamamos realidad. Lo que existe es una ontología metafísica con la información para generar la realidad física del universo.
El conocimiento del universo es posible porque el universo es una ontología física con la información suficiente para hacer sujetos de conocimiento que interpreten la información del propio universo al que pertenecen.
El conocimiento del universo es posible porque el universo es una ontología física con la información suficiente para hacer sujetos de conocimiento que interpreten la información del propio universo al que pertenecen.
¿Es Dios una ilusión? ¿O es Dios un ilusionista?
La moral. Es curioso que exista este término en el gran teatro del mundo. Parece un error. Podría pensarse que es una ilusión creada por ilusiones conscientes que se creen libres. La idea de libertad es generada por el universo y el hombre construye la moral que, por ejemplo, le impele a tomar postura ante la borrosidad metafísica de la existencia.
Tanto la postura teísta de un Dios creador como la creencia en un puro mundo sin Dios son posturas verosímiles con la indistinguible verdad ontológica de la existencia.
En la consideración existencial podemos optar por la idea de que Dios es parte de la ilusión universal. Dios sería una manifestación de la información contenida en el fondo ontológico de la realidad. Una nueva ilusión. En caso contrario, Dios es el creador del mundo desde su propia ontología. Eso sí, debe ser un ilusionista para mantenerse oculto tras el mundo de fenómenos.
Antes de acabar. ¿Sabe el gran computador del mundo si acabará alguna vez de producir la ilusión del universo? ¿Se acabará el mundo? El universo debe decidir esta cuestión, pero sabemos que este problema es indecidible. Más le valdría no plantearselo, pero ya lo acaba de hacer.
Entonces, ¿viviremos eternamente? No si el universo asume la hipercomputación. Esto es, la facultad de funcionar realmente en un modo no computable. Por ejemplo, si desde antes del principio su ontología ya incluía información generadora de procesos no computables.
En un universo hipercomputacional tiene más sentido la existencia de la conciencia, la moral, la libertad y todos los fenómenos que no son computables. Las posibilidades se incrementan. De esta manera la libertad ya estaría determinada desde el principio, pero como información que crea una realidad abierta no computable. Esto es una explicación física de la libertad. Estamos condenados a ser libres.
Ahora bien, la vida en libertad de un ser consciente es siempre limitada en su percepción de la realidad. Si el mito de la hipercomputación llegase a ser cierto Dios podría ser Dios creador del mundo, al tiempo que se protegería de su propia creación para hacer posible la libertad. Y el juego. Si no, ¿de qué le valdría al puro mundo la hipercomputación? Quizás sea razón suficiente el desplegar completamente todo su potencial informacional.
La moral. Es curioso que exista este término en el gran teatro del mundo. Parece un error. Podría pensarse que es una ilusión creada por ilusiones conscientes que se creen libres. La idea de libertad es generada por el universo y el hombre construye la moral que, por ejemplo, le impele a tomar postura ante la borrosidad metafísica de la existencia.
Tanto la postura teísta de un Dios creador como la creencia en un puro mundo sin Dios son posturas verosímiles con la indistinguible verdad ontológica de la existencia.
En la consideración existencial podemos optar por la idea de que Dios es parte de la ilusión universal. Dios sería una manifestación de la información contenida en el fondo ontológico de la realidad. Una nueva ilusión. En caso contrario, Dios es el creador del mundo desde su propia ontología. Eso sí, debe ser un ilusionista para mantenerse oculto tras el mundo de fenómenos.
Antes de acabar. ¿Sabe el gran computador del mundo si acabará alguna vez de producir la ilusión del universo? ¿Se acabará el mundo? El universo debe decidir esta cuestión, pero sabemos que este problema es indecidible. Más le valdría no plantearselo, pero ya lo acaba de hacer.
Entonces, ¿viviremos eternamente? No si el universo asume la hipercomputación. Esto es, la facultad de funcionar realmente en un modo no computable. Por ejemplo, si desde antes del principio su ontología ya incluía información generadora de procesos no computables.
En un universo hipercomputacional tiene más sentido la existencia de la conciencia, la moral, la libertad y todos los fenómenos que no son computables. Las posibilidades se incrementan. De esta manera la libertad ya estaría determinada desde el principio, pero como información que crea una realidad abierta no computable. Esto es una explicación física de la libertad. Estamos condenados a ser libres.
Ahora bien, la vida en libertad de un ser consciente es siempre limitada en su percepción de la realidad. Si el mito de la hipercomputación llegase a ser cierto Dios podría ser Dios creador del mundo, al tiempo que se protegería de su propia creación para hacer posible la libertad. Y el juego. Si no, ¿de qué le valdría al puro mundo la hipercomputación? Quizás sea razón suficiente el desplegar completamente todo su potencial informacional.