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miércoles, 23 de mayo de 2012

MADURACION

Cuando somos pequeños y empezamos a escribir, tenemos que hacerlo con lápiz, para borrar y rectificar. 
Poco a poco, cuando crecemos y tenemos más seguridad en nosotros, nos dejan hacerlo con bolígrafo, con tinta. 
Es más difícil reparar un error, claro, pero podemos hacerlo; es cuestión de seguir escribiendo, a pesar de algún tachón que nos veamos obligados a hacer. 
Pero continuamos. 
Seguir refugiados en la comodidad del lápiz porque nos permite borrar nuestros fallos lo hacen sólo los niños, los que tienen miedo a jugársela a plasmar sus decisiones en tinta. 
Pero llega un día en que debemos avanzar, crecer, madurar, en el que tenemos de empezar a creer en nosotros mismos. 
Ese es el momento de no tener miedo a la huella que nuestra vida nos deja.

* Primera cualidad:  
Puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos. Esta mano la llamamos DIOS, y Él siempre te conducirá en dirección a su voluntad.

* Segunda cualidad:  
De vez en cuando necesitas dejar lo que estás escribiendo y usar el sacapuntas. Eso hace que el lápiz sufra un poco, pero al final, estará más afilado. Por lo tanto, debes ser capaz de soportar algunos dolores, porque te harán mejor persona.

* Tercera cualidad:
El lápiz siempre permite que usemos una goma, para borrar aquello que está mal. Entiende que corregir algo que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia.

* Cuarta cualidad:
Lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto, cuida siempre de lo que sucede en tu interior. 
* Quinta cualidad:
SIEMPRE deja una marca.

sábado, 5 de mayo de 2012

La normosis como paradigma social (neurosis)

La normosis se caracteriza por la falta de inversión en el potencial psíquico, ético y noético, representando un estado de estancamiento de la evolución consciente, propiamente humana…»Roberto Crema 

La «normosis», en palabras de Pierre Weil puede ser definida como «…el conjunto de normas, conceptos, valores, estereotipos, hábitos de pensar o de actuar, que son aprobados por consenso o por la mayoría de una determinada sociedad y que provocan sufrimiento, dolencia y muerte: algo patogénico y letal, ejecutado sin que sus autores y actores tengan conciencia de su naturaleza patológica.»

 Se trata de un tipo especial de neurosis cuya sociogénesis hay que situarla en aquellos principios, valores y normas que se nos ofrecen y presentan como completamente naturales y normales, pero que en realidad no lo son, ya que responden a una determinada cosmovisión y a un determinado modo de producción, como son los que sustentan el paradigma civilizatorio dominante mercantil y patriarcal, cuya expresión caracteriológica se concreta en el modo de tener y el modo de hacer.
 Normosis espiritualista.:
 La que promueve comportamientos de aislamiento, abstracción y separación de la realidad haciéndonos caer en el intimismo, el contemplacionismo o en el refugio interior olvidando que el desarrollo de la conciencia no es un asunto exclusivo del ser interno, sino del ser en relación con la naturaleza y con nuestros semejantes.
Las que estimulan una y mil formas comerciales de huida, evasión, bienestar psíquico rindiendo culto a gurús, sacerdotes religiosos o laicos o supuestas verdades que nos apartan del compromiso, la generosidad, la solidaridad y la compasión con y para los demás. 
Las que separan la conciencia del ser y/o la conciencia espiritual de la conciencia del vivir y el convivir, de la conciencia social y política, de la conciencia crítica y autocrítica. 
La que directa o indirectamente promueve la fragmentación del ser, la obediencia ciega, la sumisión, el culto irracional y la adoración a creencias y/o supuestas verdades reveladas incuestionables. La que impide el ecumenismo, la transreligiosidad y la percepción de que somos seres complejos antropobiocósmicos interligados y sutilmente conectados y partícipes de una realidad que nos transciende y sostiene. 
La que nos dificulta en suma desarrollar una espiritualidad integral de todas las dimensiones de nuestra condición humana, siendo al mismo tiempo coherente y auténtica. 

Sin embargo la «normosis», no sólo puede describirse como un comportamiento enajenado y/o psicopatológico que se nos presenta consensuado y normalizado socialmente. 

La normosis, es también un sufrimiento interno provocado por el miedo y el temor a llegar a ser nosotros mismos en cuanto que nos resulta mucho más protector, cómodo y seguro asumir los criterios y categorías generales que son aceptadas como normales por toda la sociedad. 
Es el miedo a ser realmente libres, del que ya nos hablara Erich Fromm en su «Miedo a la libertad», miedo que o bien nos lleva a subordinarnos a un pastor, a un maestro o a un líder y por tanto a ser esclavos, o bien miedo a aceptar el ejercicio de la responsabilidad y las consecuencias de nuestras decisiones, ante lo cual preferimos hacer lo que socialmente se considera como normal, lo cual nos conduce al sufrimiento y a la insatisfacción permanentes. 

Pero además la normosis aunque puede ser caracterizada como miedo al ejercicio de la propia libertad y a nuestra capacidad de autorrealizarnos y de llegar a ser nosotros mismos, incluye además otros tipos de miedo como son el miedo a ser rechazado o marginado por el grupo o por la sociedad, lo cual nos lleva nuevamente a un especial sufrimiento para lo cual abrazamos lo que en nuestro contexto es considerado como aceptable. 

De esta forma el individuo está continuamente moviéndose en un espacio psíquico caracterizado por el hastío y el tedio, pero también por la insatisfacción y la frustración de no ser lo suficientemente arriesgado y valiente para adoptar aquellas decisiones que lo conducen a ser lo que realmente quiere ser. 

La normosis es en definitiva una especie de círculo psicopatológico que se mueve, como indica Pierre Weil, en la dinámica triangular del apego, el miedo y el estrés. 

Apego como posesividad, dependencia, incapacidad para tomar decisiones libres, subordinación, pero también apego como necesidad de ser necesitado, como deseo de fagocitar y consumir o como parasitismo y sumisión a la autoridad externa que es la que alimenta el mayor o menor grado de autoestima que se posea. 
El apego entonces provoca miedo, ansiedad, inseguridad o preocupación ante el vacío provocado por la satisfacción del deseo o ante la posibilidad de perder el objeto del mismo, ya se trate de una persona o de una cosa, de una idea o de una creencia. 
Y acto seguido aparece el sufrimiento psíquico que se presenta en forma de posesividad, exclusividad, ambición, ira, celos, resentimientos, envidias, vanidad, reproches, venganza y las variadas formas de pensamiento negativo, de conductas bipolares o sencillamente de depresión, angustia, ansiedad y estrés, que van acompañadas de tensiones musculares, dolencias corporales y enfermedades físicas de diverso tipo ya sean cardiovasculares o de cualquier otra índole. 

Se trata en definitiva, como nos dice Pierre Weil de «…un terrible círculo vicioso, un drama inconsciente por el que permanecemos sumergidos en el pantano de la compulsión-repetición que comienza en el individuo, en cada uno de nosotros, porque nos percibimos separados unos de otros y del principio del universo. Ese ser humano desajustado crea una sociedad también desajustada en el plano de la cultura porque reprime los valores fundamentales, desarrollando otras normosis específicas (…) y esta sociedad desajustada modela y refuerza el desajuste individual…».


Extracto de texto de:


Juan Miguel Batalloso Navas.