…Si (David) Bohm está en lo cierto en sus conjeturas y el universo es un gigantesco holograma multidimensional, semejante orden holográfico subyacente no puede menos que tener profundas consecuencias para muchas de las nociones de la realidad basadas en el sentido común, por ejemplo,en un universo holográfico el tiempo y el espacio ya no serían considerados fundamentales debido a que el universo sería entendido como poseedor de un nivel más profundo, donde conceptos como el de “localización” pierden su consistencia; el tiempo y el espacio tridimensional, como las imágenes del pez en los receptores de televisión, tendrían que ser vistos como proyecciones de este nivel más profundo. Dicho de otro modo, en el super-holograma del universo el pasado, el presente y el futuro se pliegan estrechamente entre sí y existen en forma simultánea. Esto sugiere que incluso sería posible, alguna vez, rescatar del olvido el pasado más distante a partir de la noción del universo como un super-holograma3.
En la década de 1960, mientras Bohm miraba un programa científico televisado, él descubrió otra metáfora que permite visualizar un orden plegado. En dicho programa, el relator presentó un interesante fenómeno en que intervenían una gota de tinta y un jarro de diseño especial que contenía un cilindro rotativo y un estrecho espacio relleno de glicerina. Primero, el narrador depositó una gota de tinta en el cilindro. A continuación, hacía girar una manivela por cuyo efecto el cilindro rotaba y la tinta quedaba plegada
a la glicerina hasta desaparecer. Empero, cuando se hacía girar la manivela en sentido contrario, la gota original de tinta reaparecía como si se desplegara de la glicerina y recobraba su forma inicial. Este hecho ofreció a Bohm una metáfora para explicar con exactitud el tipo de proceso que conceptualizaba.
En términos de tiempo, el universo tal como lo percibimos, con su sucesión de momentos aparentemente separados, sería la gota de tinta una vez que la manivela haya estirado hasta untarla bajo forma de una larga cinta. No somos capaces de percibir que el tiempo en el nivel del super-holograma posee una estructura coherente y continua, debido a que esa estructura está plegada o implicada en el nivel del universo que conocemos “secretamente”. El tiempo y el espacio tridimensional no son, a juicio de Bohm, los únicos procesos que se entienden mejor si se los ve como plegados y desplegados al interior y al exterior del “orden implicado”.”
Extracto del ensayo:
“El universo como holograma multidimensional y su conexión con la mente”,
de Raúl Corral Quintero, profesor-investigador de tiempo completo de la UAM-Iztapalapa.
Si como la metáfora de David Bohm sugiere, el universo es una gota de tinta, y lo que percibimos es una proyección de esta como la gota de tinta estirada en extremo o proyección infinita, lo que conocemos por espacio-tiempo. ¿Como podemos percibir esto si sólo es un punto, una gota? Para estirar la gota y crear lo que percibimos como nuestra realidad, es necesario mover la manija, y esta manija podría la mente, como proyección holográfica de la conciencia infinita y eterna, silencio y vacio, Aquí y Ahora, la Vida Una. En consecuencia de este “movimiento” mental, creamos el “tiempo”, y el aparente moviemiento físico, pués ambos son complementarios: no puede existir tiempo “3D” sin movimiento y viceversa.
Posteriormente la teoría de cuerdas bosónicas de 26D, o supercuerdas 10D o la teoría M con 11D, coinciden con las conjeturas de David Bohm, y por supuesto, la teoría de la realidad holográfica universal que él mismo propuso. Científicos Michio Kaku, Bruce Lipton, Masaru Emoto, o filósofos como Stuart Wilde trabajan en la misma línea y se encargan de paso a paso de aportar pruebas e incluso experiencias personales al respecto.
Con esta premisa, el mensajes de Eckhart Tolle, Zen, o de Krishnamurti, íntimo amigo y gran influencia para el propio Bohm, cobra otra dimensión. Como cuenta el mitu hindú: “La conciencia humana comenzó como una ondulación que decidió dejar el océano de conciencia – lo atemporal, ubicuo y eterno. Cuando se despertó en este estado ‘desconectado’, olvidó que era la parte del océano infinito y se sintió aislada y separada.”
Tal vez esto arroje luz sobre el enigmático planteamiento de mi koan Zen preferido:
“…Ni la bandera ni el tiempo se mueven, es la mente la que se mueve”